
saco las palabras
y las echo a jugar,
negro sobre blanco,
como peces que saltan
y cometen
un suicidio de aire.
Las ideas me las da
una musa
de formas cambiantes
que corre con el viento
y se desliza bajo mi puerta
en un rayo de luz.
Vienen las palabras
y forman una línea,
y viene mi musa
y me regala la idea.
Las flores y la luna
se asoman al papel.
Yo las atrapo
y las dejo que jueguen.
Negro sobre blanco.
Jugando con los peces
que intentan
un suicidio de aire.
Escribo,
y la máquina comenta
la tortura de las flores.
(La luna salta
redonda
con una palabra fea en la frente).
Escribo,
y el papel protesta
la ignorancia de un verso.
Negro sobre blanco.
Horror de mis palabras
que como peces
saltan.
La luna grita
y las flores se rebelan
en un murmullo
de pétalos caídos.
Mi musa desaparece
en un caos de silencio:
musa traicionera
con ojos de azufre...
Termino y releo.
Blanco sobre negro.
De la prosa más fina
he sacado esos versos.
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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND
Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.
Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.
Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.
¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!