jueves, 3 de septiembre de 2009

Mariel

A mi éxodo en 1980


Tengo aún en los oídos

el eco de los insultos.


Abrazo el viento

que me hace

promesas

venideras

mientras la costa agoniza



en un ocaso de espuma.


Tengo aún en los oídos

el eco de las lágrimas

y la visión dolorosa

del éxodo

se pega a los ojos.


Miro atrás y una estrella

llora,

y las flores de mayo

ocultan las corolas mancilladas,

y las aves callan,

y el sol se avergüenza

y se pone

en una explosión

de púrpura escarnecida.


Atrás quedan las máscaras

y los esperpentos de Inclán.


Atrás quedan las consignas

y los cánticos.


Atrás queda la imagen de la frente ancha;

la cabeza baja,

los ojos vacíos.


Tengo aún en mis oídos

el eco de las razones,

y la rebeldía hecha un río

que baña la piel.


Allá quedaron las historias

de españoles y mambises.


Allá quedaron

mis sueños abortados.


Allá se mueren

las esperanzas.


Allá descansan

mis raíces.


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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND

Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.

Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.

Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.

¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!