
Lunas.
Lunas.
Lunas sedientas
gravitando
el universo
de una cáscara
hasta la saciedad de las epopeyas
rendidas de sol,
de hipodérmicas estrellas,
de sonoros cometas,
de supernovas pornografiadas
en la intimidad de los telescopios
(lunas manchadas de acné,
de flores pulverizadas,
de todo el conocimiento del color).
Lunas testiculares
entre pierna y pierna del cielo
sucio
y viejo de espejismos.
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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND
Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.
Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.
Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.
¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!