
Bellos
en su intimidad
los momentos
que de ti recuerdo
y te traen
a mi alcance:
claras
felices horas
de tierno asueto
y pasional desafío
en fusión
casi serpentina
en hambre
insaciable
de nuestros cuerpos
y nuestra locura
que en la semiluz
buscaban
el complemento,
el alivio
la razón
justificable
de función
contra deseo
—viceversa
indefinible—
de la sed
inapelable
de una entrega
sin indultos.
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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND
Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.
Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.
Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.
¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!