miércoles, 21 de octubre de 2009

Apelación



Bellos

en su intimidad

los momentos

que de ti recuerdo

y te traen

a mi alcance:

claras

felices horas

de tierno asueto

y pasional desafío

en fusión

casi serpentina

en hambre

insaciable

de nuestros cuerpos

y nuestra locura

que en la semiluz

buscaban

el complemento,

el alivio

la razón

justificable

de función

contra deseo

—viceversa

indefinible—

de la sed

inapelable

de una entrega

sin indultos.


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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND

Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.

Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.

Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.

¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!