A mis compatriotas. donde quiera que estén, con todo respeto y derecho a la disensión
Si camino despacio.
Si corro.
Adoquín fiel a mi pie
espejo del sonido
que en distancia
se hace sombra
yerta de afanes.
Hemos venido al exilio
a indigestarnos de abundancias
a decir 'yes, sir'
y 'how are you?'
a comprar libertades que sucumben en una onza de cocaína
a engordar la memoria de los ordenadores
a morirnos de tabaco adulterado que no respira
a olvidarnos del son que suda
a incinerar nuestros muertos incompletos
a silenciar el tambor y la guitarra
a torturar la pasa adulta
a lavarnos el alma en la pila de los dólares
a masticar diamantes incoloros
a sellar con oro nuestros orificios
a cubrir con perfumes el hedor de lo viejo
a inventar erecciones
a idear castigos
a erigir muros eternos
a patentar el odio
a cebar la envidia
a despreciar atmósferas
a calcular testamentos
a esclavizar los sueños
a paliar con Coca-Cola la sed del regreso
a planear revoluciones sin mover un dedo
a aburrirnos de espacio
a morirnos de exóticos cánceres
a extirpar asombros
a sembrar hastíos
a romper
el espejo fiel
de los pasos
a asfixiar el eco.
Si camino.
Si corro.
Silencio.
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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND
Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.
Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.
Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.
¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!