A Ela Lee, con cariño
Dime, mujer agraciada
que te echas a la risa y a la emoción
del momento;
mujer,
dime tú qué tejes
oculta como estás
en las cavernas de la imaginación.
Dime — te pido—
la razón de tu existencia
pegada
al viento y a la vida
como el ala
de un pájaro libre.
Explica
tú
bañada en las cascadas
de luz
de volcanes ignotos y amenazantes
si puedo adivinar
el color de tus sueños
nacidos al misterio de la mente
sin escuchar el sonido hacendoso
de tus manos que urden.
Habla.
Confiesa si en cada hilada
se escapa un átomo de tí.
Dime
tú
si algún día
podrás tocar
las estrellas.
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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND
Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.
Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.
Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.
¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!