miércoles, 9 de diciembre de 2009

Réquiem por una vieja florista



A Armida Miller, in memoriam: lo que más me impresionó de usted siempre fueron sus manos...


Se deshace

en madejas

que bordan flores

esbozadas

en falsedades raso

o seda.


Para adornar cabezas altivas

despierta los ojos

al frío abismo del alba:

dedos duros

da artríticos ángulos dolorosos

que predican tiempo.


Lleva la cruz diaria

y el alivio de la ilusión

renuente a morir.


Lleva pájaros y mariposas

ocultos

en algún recodo

encantado

de su pecho.


Tiene luz en la cara

y un eco

de llanto

en la breve sonrisa.


Tiene el cuerpo

cansado,

el alma intacta

y 'rencor'

para ella

es vocablo extranjero...


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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND

Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.

Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.

Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.

¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!