A mi musa de ultramar, alegrándome de su regreso
Me preguntas
si he extrañado
tu presencia...
¿Extraña el vampiro
la sangre?
¿El amante la tibieza
del beso?
¿El niño la teta
que le da vida?
Responde tú,
musa, en susurros
si has
echado de menos
mis versos...
Sólo lo quiero todo.
Todo y nada
son
en la escala de lo absoluto
el mismo concepto
relativo
de las cosas que son
todo y nada
nada y nacimiento
todo y muerte
y resurrección.
Soledad afianzada
en el vacío
de los millones.
Todo
con dos caras
y una sola
al tiempo
que las manecillas marcan
la una
convertida
en repeticiones
—ad infinitum—.
Multitud de silencios.
Palabras como planetas
carentes de atmósferas
respirables
—carentes de atmósfera—.
Querer
y no tener
al enfrentarse
se reconcilian.
Todo cuanto ansío
en el tiempo
es
nada.
En mi cielo
de lunas pendulares
cuelgan
como racimos
los pensamientos.
Te siento
como una enredadera
hospedada
en mi cuerpo
raíces aéreas
buscando
sustento
en el monótono
y subterráneo
palpitar de mis venas.
Erecto manantial
en púbico oasis:
longitud
que se derrite
en la viscosa
oralidad
de tus sequedades.
Me voy en ti
dejando el zumo
que fuera néctar
(vital descarga
de exiguo,
preñado augurio
si en útero
se conjugara
la cálida profundidad
de tu universo).
Pensamientos
suspensos
en racimos de aire...
Olor a sexo
denso y entrañable:
invariable
preludio
y portal
del aburrimiento.