martes, 18 de agosto de 2009

Génesis

En el útero del tiempo

dormido,

enroscado en la espiral

del silencio,

atrapado

en la sombra de las vanidades,

salgo,

pájaro ileso,

abanicando tus senderos cardinales,

trayendo

en la lengua azorada del viento,

los cuatro sabores

de tu horizonte.


Llueve de albas

el mundo que arriba

se diluye.


Entrando y saliendo

de tu cuerpo

cada vez me prolongo,

renazco,

de cenizas amargas

desprendido

en el baño de tus horas,

cada golpe de espuma

coloreando gaviotas certeras,

arcoiris manidos,

insípidas brisas,

densas selvas caladas de aburrimiento,

moribundos cataclismos fingidos...

y todo,

al paso de tu aurora,

en las alas de mi ave sedienta,

se conjuga,

se quema,

se fragmenta,

sube,

desprovistas las soledades de espacio,

gritados los silencios,

rotas las probetas del miedo:

en la explosión contraída

de tu cielo,

nazco.



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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND

Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.

Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.

Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.

¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!