lunes, 17 de agosto de 2009

Premonición

Esta Isla soberbia
de insolentes brisas
y altivos disparates
me duele y me late
como una antigua
herida
mal cosida,
mal cuidada,
malsana,
terca.


Alma en cabestrillo
el muro se sublima.

La ciudad toda es una bruma
una fantasmagoría
de pequeños
medianos
apocalípticos derrumbes.

No se divisan
las cúpulas
ni los techos sarnosos
ni las calles con baches
como precipicios
insondables...

Al paisaje indolente
se lo traga el olvido
y el apremio imperioso
de borrar
e ingeniarse
otros orígenes.

Quedamos sólo yo
y la memoria espesa.
La memoria
y este dolor
sin cuerpo
y en muletas.

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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND

Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.

Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.

Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.

¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!