lunes, 26 de octubre de 2009

Wall Street


De música

gritan

mis oídos.


¡Quiero paz!


Ahora

que he comprado

este pedazo

de soledad

y puedo

morirme

sin que nadie

se entere...


Ahora

en este espacio

de espacios

abiertos

me falta luz:

por demasía

por superproducción

por los altos precios

de la abundancia

y en mi cuarto

huye el aire

(¡huye,

huye el aire!)

buscando estrellas

que hoy

como trescientos otros días

no comprometen

su brillo

con este exilio de mi cuerpo

(y el cielo

saqueado de latitudes

se asome

en seco llanto

de invierno...)


Y Cuba

—¡siempre Cuba!—

clavada

a un costado

de mi aliento.


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A TODOS LOS NAVEGANTES Y NÁUFRAGOS QUE ARRIBAN A PEDRO’S ISLAND

Quien llega a esta Isla, llega exhausto: vapuleado, cuasi-ahogado, confuso; luego de haber navegado o naufragado a contracorriente y de haber escapado las fauces hambrientas del océano inmenso y su profundidad alucinante de cristal, espuma y sombra.

Gracias por tener fe en el horizonte. Gracias por perseverar.

Descansa en estas playas y siente que has llegado, finalmente, a donde perteneces desde siempre. Te ofrezco, en recompensa de viaje y por tu denodado esfuerzo, todos los secretos, la paz y la magia de este paraíso que de este momento en adelante, es también tuyo.

¡Bienvenidos, damas y caballeros, a Pedro’s Island!