Vistiéndose
va
en pedazos
la nostalgia
hecha fragmentos
de tercas estrellas
pulidas
de magia,
de olvidos,
de palomas muertas
e impúdicas albas,
de fríos venideros,
de adentros vueltos
al revés,
de cafés amargos
en el tiempo que todo el mundo
acapara
en un cristal.
en un terrario.
en una bola de holocaustos,
en el mísero dobladillo
donde se acaba
para siempre el cielo,
en el tubo incendiario
de los noticieros.
Toda la gente tiene un sitio.
Arriba.
Abajo.
En medio de los terremotos.
A un costado sofocado del mar.
En las delicias de un géiser.
Todo tiempo.
Todo sitio.
Todo vuelo de secuelas.
Todo cosmos cuadriculado
en la ciega memoria
de cielos derribados,
pisoteados,
calumniados,
fornicados,
arrojados al pantano de los almanaques
podridos de cumpleaños,
de fechas,
de concubinato absoluto.
Enemigo
en fin
y en la hora final
del tiempo,
Ladrado por las horas
a cada hora,
de cada instante...
En la fracción.