Acompañado musicalmente por Sara González y el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC
A todos mis amigos que me reciben: hay ausencias que son puentes...
No importa
si callan las piedras...
Si la brisa ausente deja un vacío
que denota la demarcación del asedio
destetado en pálidos augurios
sobre el cementerio de sueños donde yacen
—sustitutas—
adversidades calcadas
de las páginas omnipresentes de evangelios [exquisitamente] ajenos
concebidos en la desértica abulia
de sediento, deambulante
insulso tedio
legado desde marinas, longitudinales sugerencias...
Dios, ciego y con la lengua alambrada
se traga púa a púa
su silencio universal de cósmicas,
mutiladas latitudes
hechas a la navegación del oprobio
y la resurrección del olvido
(rostro sideral deshecho
en cíclicas revoluciones de harapienta memoria...).
Regreso
desde el lamento inaudito de los plexos solares relegados
al insulto de las autopsias,
vaciados de ganglios macerados en intestina pugna
por donde desfilan
—garbosos y espléndidamente anacrónicos—
lombrices adolescentes y escarabajos de quitinosa alcurnia
en faraónica,
mayestática procesión por la abyecta explanada
sembrada de pirámides, obeliscos y derruidos pórticos
como piojos de mármol sobre la calvicie del suelo...
—despojados restos flanqueando el artificio
de ceremonia corrupta
por la apatía del tiempo—.