A mi padre, en su cumpleaños número 80. ¡Felicidades, viejo!
Marino
ahora varado
por el lastre de sus anclas
en la barca de años
fondeada en la playa
que acoge su proa
como se recibe
la mano
en saludo
de un viejo amigo
aguardado
de lejano horizonte.
Haz llegado, padre
a la octogenaria costa
de tus cansancios
en un navegar sin compases
ni cartas de náutico apoyo;
en un casi-naufragio
de terco remar
e indomeñable brío
que te arrojan
exhausto
sobre la arena
en reducido volumen
de lo que fuiste
mientras el cielo
limpio y oloroso
a mujer
bañada de humedades
deja caer su lluvia
de regocijo
por la fecha
anunciadora
de un nuevo ciclo
de renegados ocios
en el avatar
más tranquilo
de otras mareas.