(Con audio en la voz del autor)
A mi padre, a punto de cumplir 82 años y a la memoria del padre de Amelia Díaz que hoy, precisamente, cumple años de muerto.
Amelia, quise así, de alguna forma, estar junto a ti en este día y rendir tributo de respeto a tu viejo, a través del mío...

Tiene los ojos tristes
—como líquidos—
mi padre.
Le lloran
de años extraviados
y de pesos en la conciencia
de hombre que quiso ser
bueno
pero no lo fue
del todo...
Fue gran macho
pero
mal marido.
Excelente padre: tímido amigo.
Se le acabaron las labias
como ramilletes de estrellas
—soporíferas palabras
que abrían de piernas
a las mujeres—.
Se exiló de su ceño el frunce
—la nota que en otro tiempo
fue presagio de tormentas
y vibración
de toque avisor
en el tambor de su guerra
cotidiana—.
Hoy camina
diminuto
—casi como un niño viejo—
hermoso y español de estampa
—como nanocaballero
de silueta antigua y breve—.
Yo lo quiero
porque me ama.
Porque soy
él
en un planeta diferente...