Poema limpio.
Poema
de violetas y palomas
que no conocen
tiesto ni cárcel.
Hijo mío.
Niño mío.
Salido
de un vientre de espumas
—pelvis de cañas dulces—
como tu boca
que no miente
ni hace mohínes
de cansancio
al silencio.
Hijo de mis horas
arrebatadas
al deceso de los recuerdos
— retoño salvado
en mis noches
de frívolo deseo—
libertad
única
que es mía
y no se pliega
a la demanda
del pasado que atisba.
Niño:
tú que no me pides
nada
me regalas un mundo
de soles
y mares sin regreso
y me das una tabla
que al flotar
me sublima
y un cohete que intenta
el rastreo
de insospechadas
estrellas.
Poema ingrávido
de brazos sin límites;
de madre fiel
— casta poesía de asombrosa,
purísima entraña—;
de pies anchos
como valles;
hijo
del insomnio
de la inspiración
y yo
que cohabitando
me esfumo
en la elíptica,
vaginal evanescencia
que fuera cuna
y es hoy
regazo
de aguerrido
decantado
triunfal génesis.
Poema
limpio.
Violeta
sin tiesto.
Paloma sin cárcel.