La Gran Escena es la vida. De ella, sus actos más peculiares y sobresalientes...
— ¿Aún no llegan los novios?
— No, todo está listo; pero aún no llegan.
— Ha venido mucha gente...
— Sí, un montón. En la iglesia no cabe un alma y el salón del banquete rebosa de invitados, según un texto de Esperanceja.
— Me contó Ciclana que todas las orquídeas blancas fueron importadas directamente de Maui y las rosas rojas, de Colombia.
— El pastel de bodas lo confeccionaron en París y lo trajeron esta mañana en un vuelo especial de Air France.
— ¡Qué manera de gastar dinero! ¿No?
— Sí, pero ambos tienen muy buenos trabajos, a pesar de la crisis...
— Se compraron un apartamento en Manhattan Beach. Me dijeron que tiene lavamanos y bañeras de vidrio nevado.
— Estas bodas son una locura... Tanto gastar, y después viene el divorcio.
— ¿Y por qué dices eso? ¿No será que te da un poco de envidia?
— No, si yo ya me he casado y me he divorciado tres veces, tú lo sabes... Mi último marido fue un cabrón que sólo supo hacerme dos hijos e irse con otra, dejándome sus deudas. Por eso es que lo digo. Me sobra experiencia...
— No todo el mundo actúa ni piensa de la misma manera.
— Eso es cierto, ¡gracias a Dios!
— Dicen que Mengano llevará un smoking de raso de seda de Armani.
— A mí me contaron que Zutano vendrá con un frac espectacular de Lagerfeld.
— ¡Ahí llegaron los novios! ¡Qué lindos! ¿No?
— ¡Guapísimos! Si hasta me pongo mal... Me dan ganas de llorar...
— ¿Por qué? ¿Tanta emoción te da verlos...?
— ¡Qué emoción ni qué niño muerto! ¡Me da rabia que chicos tan guapos ni siquiera se fijen en una! ¡Qué desperdicio!
— Tú lo has dicho, Fulana: ¡qué desperdicio!