Detesto la rutina
pero
a ella
me entrego.
El caos
me asusta
aunque sea perfección
en constancia
del movimiento...
y la libertad
la cacareada "freedom"
o "liberté" con más
de doscientos años de manufactura
burguesa
no es
sino invención
mercantilista
que sucumbe en el mínimo
incómodo retrete
de los aviones
que como vectores
infectan al mundo
el virus
de antiecológico
baratario
embrutecedor
turismo
que droga los sentidos
y pone callos en los ojos
que no ven más allá
de las fachadas
y de las fachadas
con vidrieras
de helados inertes
y manoseadas, vituperables hechuras
que penden
de una escuálida modelo
como de un mecanismo
en la monotonía absurda
de imposibles medidas
y aberrados precios.
Mejor
en mi tibio hueco
en mi blanco mausoleo
post-industrial
donde cohabitan
zen y tecnología
donde nos echamos
— ¡perros contentos! —
a vivir el dulce sueño
de gentil melancolía
y gradual decadencia
con los espejos
cubiertos
y los estanques
vacíos
para no tener
testigos
de que
aún
por este sitio
pasa
sin avisar
el tiempo.