A ti, querida amiga, que dudas y preguntas...
(Esta vez sin voz del autor; para reflexionar y ser escuchado, interiormente, con la voz de cada cual que lo lea y lo interprete a su propia capacidad y de acuerdo con su necesidad particular. Los dejo, como ilustración y como regalo para hoy, frente al emplazamiento imponente e insoportable de una página en blanco)
¿Qué somos
sino
fardos
repletos
y desechados
—al final—
por la vida?
Ligeros
así
—en último
intento—
descompuesta
—en ceniza—
la memoria
se sublima.