(Con audio en la voz del autor)
A Leonel Licea, porque tu día de ayer fue rojo... porque somos hermanos de la misma leche amarga e isleña...
Tus ojos
son
tinajones
donde la luna
—camagüeyana—
se exila.
Luna
en un Mediterráneo
sepultura
de demasiados mitos
— ajenos a ese otro mar
ceñido de islas
que por las noches rebasa sus orillas
en el onírico destilar
de tu añoranza
y el deseo acuciante
de bañarte desnudo en sus aguas
libre de requisitos y de prejuicios
pendulares—.
(Bautizo
de albahaca y corojo
nadando en tu entrepierna
de macho umbrío...)
Longitudes...
coordenadas:
tu cuerpo entero un mapamundi
con sólo una isla
—una isla
viva
arqueada y sangrante
como saurio agonizante
desollado
de sueños.
Triangulado en la exégesis
se rebela tu instinto.
Más allá de tu nombre
va lo astral de tu origen
y aún
más allá, la incógnita
haciendo mofa
de la premisa.
Anclarás nuevamente
para fondear
—sin recelos—
en tu cuna de agua
y allí llorar con ese llanto corrosivo
que es líquido cáustico
y místico elíxir
destilado de algarrobos
y evaporado
salitre...