Foto © Orlando Luis Pardo Lazo
Tomada de Boring Home Utopics
Con ropa de cama
la calle engalana
soleada y urbana
en ripios de Habana
tatuada en mi entraña
bandera cubana.
Foto © Orlando Luis Pardo Lazo
Tomada de Boring Home Utopics
Con ropa de cama
la calle engalana
soleada y urbana
en ripios de Habana
tatuada en mi entraña
bandera cubana.
(Con audio en la voz del autor)
De mí recuerdas mi sexo
y mi forma de moverlo
el olor a cobre
y a deseo
que aspirabas
en la zona sacra
y proscrita
de mis inhibiciones
mi rostro gatunamente angular
de insular y visionario sincretismo
la forma
de hacerte gemir
para morderte los labios
en el paroxismo
al borde
de aquel abismo
de jóvenes
concretísimas
parcamente urgentes
existencialidades...
De ti guardo tu boca
con sabor
a néctar de piña
mi vampírica tendencia
a libar en moretones
la yugular derecha
de tu cómplice cuello
mi lengua en la húmeda
y salobre intimidad
de tus precipicios
tu pelo rebelde batiendo
guerra de guerrillas
contra el ejército inexorable
de mis dedos
tus pecas (doradamente adolescentes)
los tres vellos breves
que sobre tu nariz
eran pista de despegue
hacia otros puntos
cardinalmente vedados
de tu inexplorado
mariano relieve...
De nosotros
el rubor y la risa
la estrechez del minuto
los sueños
que se escapaban
al espacio como globos inciertos
la intransigencia
del medio asfixiante
y de los mayores
sumisos a su culto
la historicidad aplastante
de nuestro propio protagonismo
el aplazamiento
—ahora insoslayable—
de gritar
nuestras verdades
en la atmósfera intimista
de tu oído
junto al mío.
Había oído hablar a los dos hombres y los había visto intercambiar dinero, mientras él la miraba con esos ojos llenos de admiración y codicia que había descubierto ya en otros rostros. No le parecía mal tipo: alto, robusto, con manos grandes de dedos gruesos y callosos. Pero la aterraba la idea de estar a su merced y de sentirse responsable de proporcionarle el placer que él anticipaba y de seguro, demandaría. Se sentía pequeña e inexperta, apenas venida al mundo como para que le colgasen una obligación tan enorme y ultrajantemente pesada.
El aire. El aire acondicionado y su helado soplar la tenían ya en un estado de entumecimiento. De pronto todo se oscureció. El auto se había detenido. Él, que hasta ese momento se había mantenido absorto en la conducción del vehículo ahora de nuevo la miraba y le sonreía con ojos brillantes, hasta que finalmente, la tomó delicada pero firmemente y la sacó del auto en medio de la oscuridad. Sintió que se iba a desmayar entre sus manos con el vaivén que provocaban la certeza de sus pasos. La luz acarició nuevamente su dermis. Percibió olores, humedad, calidez y voces. Verdor, mucho verdor. Trinos. Brisa. Agua. Rojos. Naranjas. Azules. El vértigo la hizo desear que todo terminara allí mismo. Unos niños gritaban y ahora se acercaban con ojos tan brillantes como los de él, observándola con curiosa alegría. Él la sostuvo brevemente en el aire y luego la colgó de una de las ramas intermedias de un árbol mediano.
—Aquí tienen la planta que les prometí. Ahora tienen ustedes la responsabilidad de cuidarla para que siempre tenga flores y nos deleite con su perfume.
El suave frescor del agua prodigada ahogó el último vestigio de un temor cada vez más lejano y a las claras, falto de fundamento. Decidió tranquilizarse y dedicarse a florecer.
A ti, que a veces dudas...
(Con audio en la voz del autor)
¡Brille la perla
por derecho! ¡Vayan los
cerdos al chiquero!
(Con audio en la voz del autor)
Flor, el poema.
La palabra, semilla.
Tú, el amor.
Foto © Orlando Luis Pardo Lazo
Tomada de Boring Home Utopics
Se come con su carriola
La Habana entera
—por portales y aceras—:
carriola habanera.
Niño que no sabe
de cuitas y de quimeras
feliz y sonriente
sudando va y corretea
con su carriola blanca
que hasta otro mundo lo lleva.
Futuro sobre dos ruedas
que aún no sabe que lo espera
un horizonte de dudas
y de promesas complejas...
Mientras alegre y ligero
va gritando en su carrera
para que cedan el paso
a su carriola que sueña.
para en ti
perpetuar el misterio
para repoblar
mundos distantes
y renovar
el viejo
rito
a plenilunio...
Cuando las eras
vaciadas
de anacrónicos
utópicos
calendarios
sean sólo
un estrato tras otro
de geológico, demarcado
aburrimiento
y reclame el cielo
su dote
de mareas
y orgiásticas resacas
en una tarde
asfixiada
de inmisericorde
trágico-trópico
agosto...
Seremos
entonces
únicos y parcamente
infinitos:
oblicuos hijos del tiempo:
sucesores
—en apoteosis—
a la optante nulidad
del vacío.
Foto © Orlando Luis Pardo Lazo
Tomada de Boring Home Utopics
¡Cubana bella
en rojo — con guitarra
y micrófono —!
(Con audio en la voz del autor)
Nictálope
el miedo
atisba desde el claroscuro
en relieve
como
el fantasma
de un animal
parido
de profundidades.
La espera
míope
estruja sus manos
haciendo remolinos
con el miedo en sarta
que como rosario
transita
temblando
entre sus dedos.
La duda astuta
visionaria y con lentes
aguarda pacientemente
el discurrir
de la espera
—que desgarra al miedo—
y los monta
guiándolos con maña
al establo de lo absurdo
donde los ceba
—destinándoles,
sin resistencia—
la elegante apatía
de sus propios
pesebres.
A Jorge Brown González (3 de febrero, 1970 - 6 de mayo, 2003)
Visitad su página El silencio hecho palabra y conoced a este joven genio que partió a destiempo —amando y siendo amado—.
(Con audio en la voz del autor)
Te recibo
Jorge
de brazos de tu tía...
Te presiento
a distancia
nadando
en los
tristes
ojos
de tu madre:
delicadamente
omnipresente
desgarradoramente
hermoso
lamentablemente
ausente
lacerantemente
recordado
y querido...
¿Fue la heroína
o
la incertidumbre
de no saber
si
llegar
a la talla
del héroe?
¿Fue la blancura
cósmica
de tus insomnios
o
el beso
lunar
de la aguja
que mordía tu piel
expectante
con ensoñaciones
de trigo
y leche?
Perteneces
ahora
a otro dominio...
Arropado
en los astros
la nitidez te define
finalmente
a salvo
finalmente
perfecto:
finalmente
tus palabras
son más acuciantes
que
el silencio.