Desde la ausencia de tu cuerpo
busco tus besos
escondidos
en los huecos de los zapatos,
en la condensación del sudor sobre mi frente
que antes bebían tus labios
en la intranquila erección del alba
que copula, intransigente
con el roce alentador
de la sábana
erigida en piramidal contorno
(latente silueta de fálico lirismo)...
Desde que te fuiste
son blancas mis noches
como los cielos de aquella que fue Leningrado
y hoy recapitula nostalgias en un San Petersburgo aterido
(gélida mejilla maquillada con ancianos balcones parisinos,
y silenciosos,
tullidos bulevares de nórdicos desasosiegos)...
Y me aferro al tronco de un sueño
para que no me arrastre la corriente de tu vacío sin salvavidas
y me aferro a la esperanza
de que morirse es como un viaje al centro de la tierra (a lo Julio Verne)
y nada más
y tú estarás allí,
recostado contra el cielo
(ascendiendo tu mirada
sobre las gradas del horizonte
escalando el volcán insomne
de mi nublado,
triste desvarío)...