(Con audio en la voz del autor)
A Roger Rivero... porque te siento, más allá de las estrellas...
Te debates entre luces.
Te adscribes a los circuitos.
Huyes del sol que lacera
buscando a tientas
las tibias ubres de la sombra.
Te niegas a negarte
en la negación
plausible:
retruécano de tu carne
con aleaciones de titanio
y vidrio temperado
—escudo
de tu pecho vulnerable
contra el cruel tutelaje
de los aerolitos—.
Hijo del hombre
que se despeña.
Hijo de la lumbre
que en destellos
se sublima.
Laten
tus venas de isla
bajo esa armazón de tétrico
acorazado continente
—rehén de sílica
y celuloides que crujen—...
Respiro desde aquí
el dulce efluvio
de tu sangre
—como perfume de sueños
en la latitud
del cuadrante que ocupas—...
He de un día
descubrir
ese otro rostro
que de golpe te humanice:
ternura de tus ojos
náuticos
nadando en los mares
de una pregunta
ahogada
como el fracaso
de una inútil y matriarcal
supernova...