sábado, 22 de agosto de 2009

En víspera de Año Nuevo (viejo año disfrazado)

1985-1986


... Y me dijiste

aquella tarde

en la conjunción del mediodía

con las horas huecas de la tarde...


Me hablaste del origen

astral

de las largas letanías

bebidas en copas


de silencio,

y de los pozos

insondables

de Virgo,

y de los caballos piscianos

hechos a la mar

en oleajes de champán

y vómito cósmico.


Hablaste.


Dijiste.


En el viento suave

de la tarde

reciente

dominada

por los signos del aire,

en la suavidad testicular

de Sagitario fálico,

cuando Tauro se llevaba

el Sol

ensartado en las astas

como mundo herido de mortales

presagios,

y el espejo de Géminis

daba luz mortecina y fría

al universo invertido de Cáncer

escrito en un reloj de arenas

antiprogresistas...

y antediluvianas...


Hablaste y hablaste.


De los comunistas

y de la calma capricorniana

de sus planes quinquenales

(a esta hora de la tarde

confundida con otras horas,

y otros husos horarios,

y otras latitudes donde

--ahora mismo--

la gente hace sexo

bocarriba,

y se muere de risa

y de ataques al corazón

y los niños lloran

porque medran el futuro,

y la abuela seduce

al hípico italiano

para que inyecte

con vida

la traposa realidad

de sus ubres pendulares).


A esta hora tú continúas...

conversando del vestigio de tus años,

de la belleza grecomorisca de los cuerpos

que pasaron por tu cuerpo

y por otros cuerpos

de tantos y tantas

ofreciendo la recompensa en exceso

de animalidad primitiva,

y saltas del asiento

tocando con el índice airado

las puertas de la noche

(a esta hora,

dominio de los espíritus

errantes

que se meten en la cama

al hacer el amor,

y pasan invisibles

las páginas de las revistas

eróticas

a la caza de espumas

y auras al rojo vivo).


Sí... ayer hablamos de lo mismo,

o de algo similar...

o parecido...


De la monotonía.


Del aburrimiento.


Del vecino de enfrente

empeñado

en la inútil conquista

de una mariposa sabatina.


De los mísiles nucleares

que han hecho del Congreso

el prostíbulo virtuoso

de las viejas democracias

(occidentales, no de otro punto),

y del Pacto de Varsovia

que masturbaba en Moscú

el homosexo --todos somos iguales (sic)--

la homofobia,

y la homoaniquilación por homohambre

del Homo Sapiens

(transformado en Homo-Stupidus,

no de otra forma).


Y me invitas al suicidio

con un revólver de agua,

mientras dices de cortarte

las venas

haciendo una apología a Gillette,

o a engullir las epicúreas calorías

de un chocolate al tiempo

(trasnochada alegoría

del áspid que mordió a Cleopatra).


Y leemos mientras leemos,

y hablamos mientras leemos

las anónimas páginas

de una Biblia amarilla,

y reímos-reímos,

locos de espanto

de la barba caprina de Lenin

y sus amores con Marx en Francia;

y del incesto de todas las Rusias

con los Aliados

de aquella guerra de svásticas cruzada

y de la pose depravada de la Esfinge centenaria

que saluda con brazo de lesbiana

la pequeñez de su ínsula barataria;

y (sin saberlo)

como el aullido de un perro

la hora cero

gravita

en la esfera del reloj sombrío,

recordándole

a las brujas

la cabalgata de sus escobas

(en esta era de espacios)

para que asistan al rito

de las tres vueltas a la luna,

y el encanto

de esta tierra

no sucumba

en las manos temblonas y olvidadas

de quien creó el planeta

en seis días

y al séptimo tuvo que acostarse

a dormir la borrachera

de su crimen

impune.




Poesía



De la más fina prosa

saco las palabras

y las echo a jugar,

negro sobre blanco,

como peces que saltan

y cometen

un suicidio de aire.


Las ideas me las da

una musa

de formas cambiantes

que corre con el viento

y se desliza bajo mi puerta

en un rayo de luz.


Vienen las palabras

y forman una línea,

y viene mi musa

y me regala la idea.


Las flores y la luna

se asoman al papel.


Yo las atrapo

y las dejo que jueguen.


Negro sobre blanco.


Jugando con los peces

que intentan

un suicidio de aire.


Escribo,

y la máquina comenta

la tortura de las flores.


(La luna salta

redonda

con una palabra fea en la frente).


Escribo,

y el papel protesta

la ignorancia de un verso.


Negro sobre blanco.

Horror de mis palabras

que como peces

saltan.


La luna grita

y las flores se rebelan

en un murmullo

de pétalos caídos.


Mi musa desaparece

en un caos de silencio:

musa traicionera

con ojos de azufre...


Termino y releo.

Blanco sobre negro.

De la prosa más fina

he sacado esos versos.







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Mi foto
La Habana, Cuba, Los Ángeles, Estados Unidos
Nacido en La Habana, Cuba, el 3 de diciembre de 1960. Emigra a Estados Unidos en 1980, a través del éxodo masivo de Mariel. Ganador de numerosos concursos de poesía, literatura y ensayo en Cuba y Estados Unidos. Publica su primer poemario, "Insomnia" en 1988, con gran acogida por parte de la crítica especializada y el público. Considerado por críticos y expertos como uno de los poetas fundamentales y representativos de la llamada Generación del Mariel junto a Reinaldo Arenas, Jesús J. Barquet, Rafael Bordao, Roberto Valero y otros.