
Si supieras, Carlos...
Si supieran esas calles
--tan largas y estrechas
que no caben los recuerdos
en la horizontalidad
de su pélvica
magnitud--
si los ayeres
mataran las arcas
donde digiere las horas
el tiempo viejo.
Si en el oleaje mágico del humo
se hubiera anclado
la rubia acidez
de aquélla
tu pálida sonrisa
de afectos lejanos.
Si pudiera...
en la podredumbre mística
de mi darwiniana cobardía...
Pero
pasó.
Reptando
en el conteo decadente
de nuestros años
la suma exorbitante
de los puntos muertos,
de las tardes derribadas
con un bostezo,
del vicio de rosas viejos
(marrones desleídos
en tóxica cabalgata
de horizontes violados).
Si
las fuerzas...
si el egocobardismo...
Si la culpa
prescindiera
del veredicto.
Si el viento
no humillara
en reveses
al llanto.