Para ti, después de ungirme con el llanto de tus ojos quebrados...
Entre piedra y deseo
se empina
el estro de tu fe
entre piedra y deseo:
pértiga deslumbrada
en recicladas penetraciones
de pavoroso
transido silencio...
Alma insurrecta y resignada
en paradoja
inexorable
de carne meretriz e impoluta
como aquella otra carne
que de odios
redimida
ascendió
al Misterio
haciéndose luz
trino
y estentóreo trueno
dejando huella
de amarga claudicación
sobre el designio
el perfil
los relieves
de arcanas edades
y extemporáneos
disímiles paralelos
iluminados por insólitas
impúdicas
atónitas estrellas
arrojadas
al infinito
por la peristalsis de mil
galaxias en celo.
Escucho tu jadeo
culpable, necesario, difícil
y se erije en mí el recuerdo
la reminiscencia
de otro tiempo
cuando arrodillado
fuiste
dios
discípulo
y sombra
mientras yo
acariciaba tus cabellos
en cerrada
figurativa
geométrica y bíblica
parábola
y tú
desesperado y sediento de egoísmos
libabas
toda
la salobre promesa
de mi fuente
resumida
en coágulos de imposible blancura
como ingente maná
sobre la perfecta corola de tus labios
humedecidos y temblorosos
de arrepentido deseo
con el último gemido
de tu enésima
convulsa
esplendorosa
realización en viscosidades
recibida
entre el calor de tus manos
en angélica levitación
de tu cuerpo todo
resurrecto
rescatado de los clavos
de tu insurgencia intestina
malsana
roedora
cruenta.
Añoras luz
del ojo fragmentado
pero en fragmentos
te responde la sombra.
Tú
que sombra eres
por ser de luz
sabes que sin luz
no es posible
ser sombra.