(Con audio en la voz del autor)
Me cuelgo de un cartabón
—isóscelesmente balanceado—
levantando mercurial —talarmente— los pies
para abrir
—suspendido en la oblicuidad del preludio—
paso a los teoremas
que arrastran en solemne numericidio
el cuerpo de Pitágoras hecho fragmentos
[corcheteados]
(VaRIabLES)
diluidos como fracciones de polvo
en un mimetismo único
tangencial y mínimamente responsable
de todas la imprecisiones
de todos los orígenes
de todas las insolubilidades
de toda la gnosis
de todo el desorden y propensión al declive
del logaritmo que mantiene
—sincopada o distendidamente—
la herrumbrosa urdimbre del pene
en segmento de reciclada, displicente, hiperbólica referencia.
Me pregunto entonces
(colgado de la incógnita como premisa)
quién está —realmente—
isóscelesmente balanceado...