Repongo para ustedes —ahora con audio— este poema de juventud que amo entrañable y visceralmente.
Se inicia con este poema una serie de reposiciones de trabajos que fueron publicados antes de enero del año en curso, fecha en que comenzamos a dar voz a nuestras creaciones poéticas.
(Reposición ahora con audio en la voz del autor)
Cuando la tierra llora
no hay opción.
La conmoción sacude
las testas coronadas
y los asientos de piel
de los dictadores,
y la sangre llueve
en un diluvio,
y las llamas devoran
las cárceles de ignominia
donde se pudren huesos amados.
Cuando la tierra llora
no hay ni amanecer
ni ocaso.
Existe un claroscuro
de miedo y de esperanza
que las luces infinitas
no diluyen.
Cuando la tierra llora,
y los ancianos,
y los niños mueren,
y las madres abortan la vida,
surge del suelo un vaho
que ahoga el tiempo imperfecto
de los odios anquilosados.
Cuando la tierra llora
hay un llanto general
que brota de las entrañas
dejando un sabor de sal
en las pieles dormidas.
Déjame llorar contigo,
tierra.
Deja que junto a ti
derrame una sola de mis lágrimas.
Déjame besar tu seno
de frutos carcomidos
y rosas muertas.
Déjame darte vida.
Déjame hacerlo, tierra.
Buscaremos el camino
al otro lado del alba.