(Con audio en la voz del autor)
Desde este misterio
predicado
en crecientes ocres
vislumbro el desembarco
de encadenadas brisas y noches
inclementes
—oráculo
de sol declinante
e incendiadas,
incendiarias
copas
quemando en hojarasca
el espacio limítrofe
de los arcoíris—.
Se empina el ascenso
de turbias nostalgias
y lluviosos silencios
diluídos
como tinta de periódico
sobre la calle
hecha sollozo y punto de referencia
para los fantasmas
que acuden a la cita
pálidos y montados
en bicicletas de oxígeno.
En el charco
será tu nombre
un temblor más
en el concéntrico rubor
de la imagen
—parida de claroscuros—
cuando el pie de la indiferencia
patee
—al borde de lo permisible—
y te derrames
como un coacervado
precursor
de la melancolía.
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