(Con audio en la voz del autor)
De las rosas del silencio
arrancaste un pétalo
y lo entragaste al alba
con cortesía brutal.
Regalaste al mediodía
la primitiva blancura
de los lirios
que gozosos crecían
en el pozo de tus manos.
Le diste al viento
una caricia dorada
y una nota voladora
con alas de vergel.
Llamaste al horizonte
y juntos bailaron
una danza de azúcares
y arcoiris perfectos.
Tomaste mis manos,
mis manos de noche
y estrellas sin luna.
Las besaste
y te echaste
a reír.