Hoy cumple Ela Lee (nacida Ela Planes García; La Habana, Cuba, 28 de febrero de 1931) 80 años.
Foto © Pedro F. Báez
Los que la amamos, los que la conocemos, los que tienen el privilegio de ser parte de su entorno, la llamamos Macuca, apodo que la acompaña desde la infancia sin madre y en el seno de una familia española residente en Cuba que la acogió y estampó su formación más temprana.
Hace dos semanas, con motivo de la ocasión que se aproximaba, le pedí que me hablara de ciertos aspectos de su vida y de su trayectoria como mujer, como escritora y como promotora de la cultura hispana en Los Ángeles.
De ese encuentro en un restaurante de comida peninsular (disfrutando de una muy buena y fragante paella mixta; no podía ser de otra forma) surgieron estas catorce preguntas que invitan a tantas respuestas como años y vivencias tiene la extraordinaria mujer que las responde.
Foto © Pedro F. Báez
— ¿Cómo te sientes al cumplir 80 años?
— Como si tuviera 20, sólo que a veces el cuerpo no te acompaña como antes.
— ¿Qué has aprendido en estos 80 años?
— A no esperar nada de nadie ni del mundo. A dar. Uno da sin esperar nada. Si te llega algo en reciprocidad, bienvenido sea, pero hay que dar sin ningún tipo de expectativa.
Foto © Pedro F. Báez
— Intelectualmente, ¿qué ha marcado tu vida?
— Mi amistad y relación con los dos Octavios que pasaron por mi vida: Octavio Paz, el mexicano, y Octavio R. Costa, el cubano, ambos fallecidos ya, obviamente, pero de los cuales aprendí mucho y los cuales tuvieron en un tiempo gran influencia sobre mi labor como escritora y periodista y sobre mi visión del mundo. He cambiado en algunos aspectos desde entonces, pero aún los recuerdo con cariño, y les debo.
— Qué te ha marcado, emocionalmente?
— ¡Ah...! Esa es una pregunta de gran envergadura... Me han marcado muchas cosas, emocionalmente.... unas buenas; otras no tan buenas... pero creo que la muerte de mi padre marcó un antes y un después en mi vida... Salir de Cuba en 1966 también me marcó profundamente. Luego la muerte de mi hermano Lucio y hace poco, mi hermano menor, Felipe... Y desde luego, la muerte de mi sobrino menor, causada por el SIDA... Terrible... terrible esa enfermedad... En lo positivo, mi esposo me acompaña en la vida desde hace más de cincuenta años... Estoy viva y puedo moverme y pensar y razonar aún con total claridad y absoluto dominio de mis facultades... Visitar Cuba, lo que no hago desde 1997, siempre me marca, para bien y para mal... Cuba, mis recuerdos allí y su ausencia tienen gran peso en mi vida...
— Cuba nos da oxígeno y Cuba duele...
— Sí, me siento rejuvenecida pero muy triste cuando estoy allí. Por los cambios; por los cambios terribles que han transformado todo y no para bien de la gente que vive en ella. Además, tengo allá tantos muertos como aquí. Mi pasado allí está muerto. Eso me desalienta; me hace sentir vieja y vencida, a veces; como que no tengo nada más que hacer sobre este planeta. Pero entonces, miro el mar; me diluyo en el Caribe que aprieta al Malecón con brazos de salitre, confundiéndose con el cielo y entonces me transformo y soy feliz; inmensamente feliz respirando y sintiendo a Cuba en todo mi cuerpo y en mi entraña... Mejor no sigo; me vas a hacer llorar...
— El Liceo Internacional de Cultura, organización cultural que creaste en 1985 ha pasado por una metamorfosis radical que en este momento lo mantiene un poco en animación suspendida; como en crisálida. ¿Qué ha pasado?
— El Liceo, como toda entidad viva, ha pasado por una evolución y en esta etapa, le toca descansar, rehacer energías, nutrirse de otras ideas, de otros elementos creativos, de otras generaciones. Pero sigo, por ejemplo, con mi columna semanal en el semanario 20 de mayo, que es realmente una ventana al Liceo, y de cierta forma, las branquias del Liceo respirando por ese conducto los acontecimientos y las realidades actuales; lo del momento...
Foto © Pedro F. Báez
— ¿Esperas aún algo de la vida?
— Morir tranquila y sin dolor, cuando me toque y si es posible, ver a Cuba libre antes de eso.
— Usas mucho a la muerte como metáfora y como punto de referencia..
— Ha sido mi compañera desde siempre; no sé por qué. Me impresiona pero a la vez, me produce gran reverencia e incluso, paz. Me dijeron en una ocasión que soy hija de Oyá, la Reina del Cementerio, en el sincretismo afrocubano...
— ¿Cuántos libros tienes publicados?
— Un poemario y una novela*.
— ¿Algo más en perspectiva?
— Preparo una compilación de todos los cuentos ganadores de la serie de concursos Querido Borges, que auspició el Liceo hasta hace poco...
Foto © Pedro F. Báez
— Autores de gran calidad y de todas partes del mundo....
— Sí. Una calidad extraordinaria... Ganadores y accésits de Australia, España, Alemania, Argentina, Cuba, Estados Unidos, por sólo mencionar los que vienen a la mente en este momento... El Querido Borges marcó, tanto com el Liceo mismo, un hito en la historia cultural de Los Ángeles. No hay nada que se le asimile o lo haya superado hasta el momento, creo que en todo Estados Unidos, en lo referente al estímulo a la cuentística a un nivel internacional tan amplio y con tanta calidad.
— ¿Escribirás tus memorias?
— No creo. Soy fiera y herméticamente privada. Mi intimidad me pertenece a mí y a nadie más.
— ¿Amas todavía?
— Amo. Nunca he dejado de amar, aunque a veces todo eso del amor y los sentimientos me perece estúpido, por las complicaciones, los intereses y las ataduras que va creando...
— ¿Cómo te gustaría que terminara esta entrevista?
— Diciéndole a la gente que aún me siento viva, con ganas de reírme y con la capacidad de soñar y de ser joven por dentro.
Foto © Pedro F. Báez
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Los viernes lloro, y el sábado sale el sol