(Con audio en la voz del autor)
A Roger Rivero, compatriota intergaláctico
Cuando la Tierra
resumida en aerolitos
recurrió al mito
era ya tarde:
Dionisos había danzado
la expectativa y la tesis del rito.
Mares de sangre
—moscatel y óxido—
volumétricos y arqueados
sobre rubra lava:
aristas fragmentadas
vértices arquetípicos
inconclusas pirámides de incandescente
efímero conato.
No fue el fuego
sino la adoración del mismo.
Pálido suplicio
de los hombres
blancos.
Los negros
los amarillos
los de piel terrosa ya habían sido llama
luego fueron ceniza
finalmente, polvo:
gemas de sílice y carbono
en el desierto
que desde entonces
contra el silencio
es necrópolis autoritaria
del insomnio.
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