(Con audio en la voz del autor)
"... Primero, de dos en dos, fueron desapareciendo los cardenales, de cappa magna, con sus solícitos caudatorios; luego, los obispos, aliviados de sus mitras resplandecientes; después los canónigos, los capellanes, los protonotarios apostólicos, los jefes de congregaciones, los prelados de la recámara secreta, los oficiales de la casa militar, el Monseñor mayordomo y el Monseñor camarlengo, hasta que, faltando poco ya para llegar a las habitaciones cuyas ventanas daban al patio de San Dámaso, las pompas del oro, el violado y el granate, el moaré, la seda y el encaje, fueron sustituidos por los atuendos, menos vistosos, de domésticos, ujieres y bussolanti..."
Alejo Carpentier, El Arpa y la Sombra
Me llamas desde tu Hades de escombros
sin ser Élade ni Creta ni Magna Græcia refundada...
¿Eres tú, ¡oh, madre intransigente!
que pujas Edipos en tricolor desafío a los designios del Kraken?
¿Dónde estás, ¡oh, Yocasta Medea!
que no apareces inscrita
blanquecina y africanamente despeinada
entre las páginas de mármol de un Eurípides que te desdeña?
¿Poseyóte el mar en erecta tromba de coríntico glande
o eres
simplemente
un espejismo de sal y escollos?