saco las palabras
y las echo a jugar,
negro sobre blanco,
como peces que saltan
y cometen
un suicidio de aire.
Las ideas me las da
una musa
de formas cambiantes
que corre con el viento
y se desliza bajo mi puerta
en un rayo de luz.
Vienen las palabras
y forman una línea,
y viene mi musa
y me regala la idea.
Las flores y la luna
se asoman al papel.
Yo las atrapo
y las dejo que jueguen.
Negro sobre blanco.
Jugando con los peces
que intentan
un suicidio de aire.
Escribo,
y la máquina comenta
la tortura de las flores.
(La luna salta
redonda
con una palabra fea en la frente).
Escribo,
y el papel protesta
la ignorancia de un verso.
Negro sobre blanco.
Horror de mis palabras
que como peces
saltan.
La luna grita
y las flores se rebelan
en un murmullo
de pétalos caídos.
Mi musa desaparece
en un caos de silencio:
musa traicionera
con ojos de azufre...
Termino y releo.
Blanco sobre negro.
De la prosa más fina
he sacado esos versos.
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