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Oda de pavor a la III Guerra Mundial
Las manos son un mito
que abre la tierra abrasada
en dos mitades
casi perfectas.
De las uñas
y las cutículas lunares
brotan lianas
y enredaderas de púrpura
que aprisionan
la fantasía ebria
de un pulmón moribundo
y humano
(humana manifestación
de atmósferas sin aire
perdidas en un sueño
de polvo violeta
y violenta luz).
La máquina es perfecta
y su función se cumple
en un llamado de siglos decesos
que arrastran oráculos
de piedra
y el compás azoico
del ente anónimo
y brutal.
Los dedos crecen
y las lianas de las lianas
crecen.
La brecha se expande
en una errupción de pulmones
y gargantas
y corazones arrítmicos;
y el compás azoico de la máquina
traspasa el sol.
El parto
de la era
ha abortado
la inocencia.
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