
Don Quixote
bordeó la mañana
peinando
con los ojos
el paisaje
desprovisto
desde la lenta altura
del caballo
cansado
taciturno
esbeltamente
renco.
Lo vio la mar
y tomó cuenta
del insigne caballero
atrapado
en lastimosa herrumbre:
pobre hidalgo
desheredado de las planicies
venido al salitre
a conquistar
bíblicas ballenas
para una Dulcinea
que ausente gravita
sobre algún remoto
recoveco
de la memoria
hecha
terca obsesión
y ardiente
sombra.
Perla airosa
regalo
y fortuna
de las aguas
para este viajero
que combate
dragones
de luna
y gigantes
molinos de viento.
¿Dónde están
los castillos poblados
de doncellas
bajo sortilegios?
¿Dónde están
las legiones rampantes
comandadas
por un Polifemo?
¿Podrás tú
devolver la cordura
a este hombre
que no se detiene
o estarás
al final de tus días
sobre un pecho
que no te merece?
2 comentarios:
Me pregunto que habria pensado Alonso Quijano si hubiera visto el mar, tan bonito, seguro que habria flipado mas que con los molinos xD
Me encanta, es precioso como siempre mi genial poeta.
Besos de tu musa.
Eres un amor. Te doy mil gracias por ser tan buena y tan gentil conmigo. Pensé que sería interesante re-inventar Don Quijote, agregar un capítulo y hacerlo llegar hasta el mar, donde éste, co nmovido, le regala una perla a ver si deja de luchar descabelladamente por su nunca alcanzable Dulcinea, pero al final, como debe ser, el hidalgo se resiste y posiblemente termine la perla en un pecho cualquiera que el caballero andante considere es el de su amada... Besitos cubanos :)
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