La he visto.
Blanca
como el miedo de una paloma:
pavorreales de viento
transidos a su paso de ola
arrogada en vigencias
de amnésicos tratados
(líquida avaricia de la nada
que abre perfumes ensortijados
e inseguros
flotando en el confín
la absurda amenaza
de látigos a degüello).
El ojo
es prisión de espanto
(pozo de vacío,
espejo de la envidia)
y la suma de los ojos
dividida en hemisferios de boca
es cociente final
de aberrada culpa.
¡Miedo!
Cara a cara
la muerte
habla:
aliento tras aliento
bajo el techo
y las columnas de azufre
(asadores del manjar
único,
palpitante
y ciego)
aritmética de los ojos
y las bocas
(hemisferios del rostro
que mienten).
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