Sobre la frente
el húmedo óvalo de un beso único.
La muerte
—matrona excelsa de viejas cábalas—
estrena sus alas en inalcanzable vuelo
de idílica danza interminable
que presta harapos de sueño
al desnudo lastimoso
de las dalias ya marchitas.
¡Paz!
Tranquilidad
desolada flotando en la yerta
sombra...
Belleza terrible de umbría amenaza
confundida en morbosos trazos
de imaginación y desesperanza.
Del otro lado de la puerta
reposa
la calma absoluta e
en su dominio estelar
sin flores
ni montañas
ni cerraduras
bajo el reflejo en tangible escrutinio
de cálidas lunas
solitarias.
2 comentarios:
Qué bueno que aún estemos vivos y esa mala ramera que es la Muerte aún no nos haya dado alcance, ¿no crees, amigo Pedro? ¡A vivir, a vivir! :)
Domingo, eres genial, y siempre sabes aportar lo que realmente es necesario con tus comentarios. De acuerdo. ¡Qué bueno que estamos vivos y que podemos vivir, vivir! Realmente por eso es que escribimos de y pensamos en la muerte... Nos hace reflexionar sobre y contemplar nuestras vidas y enfrentarnos con nuestra propia fragilidad. Seguimos viviendo, hermano :)
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