Mi poema negro
no tiene color:
tiene tintes abismados
de silencio.
Mi poema triste
no tiene llantos:
sólo dádivas ahogadas
de desvelo.
Mi poema sordo
no tiene palabras:
sólo músicas marchitas
—sólo eso—.
Mi poema
maltratado
incoloro
se desgarra.
La noche
cómplice
y yo
presenciando
su fuga
de galopado pavor.
Triste poema
sacrificado
al olvido
de inauditas esterilidades
—denso y dulce
como semen de argonauta—.
Venga a ver, luna.
Venga, silencio.
Venga, noche
disfrazada de horas
—amordazada—.
Viejo viento, venga.
Venga
la estrella opaca
de tanto brillar.
Venga
la calma rala,
el valle hollado,
el arlequín
hecho fragmentos...
Venga, ídolo muerto
(más peligroso por muerto).
Venga, mano fina
(polvorienta
ave de rapiña de los basureros).
Venga, espiga viril de los gozos.
Venga, imperio destrozado
(cabizbajo y vencido imperio).
Venga, virgen.
Venga, loba.
Venga, niño
con máscara de mocos
huérfanos...
(Mi poema negro
se va
desvaneciendo;
caliente la sangre afónica
de su vena
marina y rota:
se lo traga el olvido...
Se lo traga).
2 comentarios:
Me gusta tu poema, recuerda una canción de cuna triste y melancólica pero con la ternura de la voz materna, dices y le llamas negro pero encierra colores, el rojo de la sangre y el blanco de la luna, el verde del valle y el amarillo de la espiga...este poema negro tuyo no es incoloro, ni creo que se desvanezca, es muy bello.
¡Qué hermoso y apreciado es tu comentario sobre mi poema! Gracias de todo corazón. Me agrada y me honra que te haya gustado. Abrazos.
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