A ti, que desde siempre me proteges.
Oye la madre
el grito del hijo:
pánico azul
en los labios;
roto el pecho de dolor
y cardíaco augurio:
"¡Ayúdame, madre!"
— musita—.
Atraviesa
arcos de tiempo
y eras
insospechadas;
araña
en años-luz
el eco perdido
de las distancias:
escarba la tierra
fósil
removiendo
mil galaxias:
"Aún no es tu hora, hijo..."
Abre los ojos:
todos lloran:
esta vez de alivio;
sorpresa
en las miradas...
En el halo
de luz intensa
del quirófano
se alejan los brazos
de la madre amada.
"Me salvaste, madre...
gracias de nuevo".
Y regalas una sonrisa
a tu madre abnegada...
3 comentarios:
Wow, se pone la carne de gallina... precioso :)
Gracias, Dama Blanca. Sentí lo mismo a medida que lo iba escribiendo. Abrazos :)
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