Tu pie hermoso
me recuerda
esas pinturas de Botticelli
donde santos católicos
y dioses olímpicos
despliegan
sus terrenísimas
laicas anatomías
deslumbrando el ojo
y despertando el antojo
de carnal,
irreprimible,
pélvico fuego
que incita al beso
de cada dedo;
al trazo
de cada vena
en húmeda senda
recorrida por la lengua;
al contacto
entre tu planta suave
y mi ardiente mejilla
convulsa de deseo:
magnífico pie
— raíz y sustento—
de árbol vigoroso
repleto de amaneceres
donde afloran
los latidos
mesurados
de tu pecho
y cinco
pseudofalos invitan
al impulso
subestimado
de rendirme
ante ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario