El abuelo tiene
el pecho enjuto
y los cabellos
como fichas de dominó.
El abuelo tiene
manos de hombre
que no precisan
de una caña;
el paso ligero y recto;
la frente
sin una arruga.
El abuelo tiene
un corazón
sin pliegues
que jugó con la alegría
y palpita sin descanso
en un recuerdo
de hijos muertos.
El abuelo duerme
y se desvela
en la ingratitud
de un piso de oficina
y me da sus quejas mudas
y me da un nuevo aliento
de palabras sin haches
ni tildes.
El abuelo se gasta
en las tinieblas crecientes
de la luz que se escapa.
El abuelo tiene
un hambre
insaciable.
El abuelo tiene
frío.
El abuelo está
solo.
1984
1 comentario:
Cuánto mejor nos iría si escucháramos y aprendiéramos más de la tercera edad, fuente inagotable de sabiduría y buenos consejos. No digo de arrinconar a los jóvenes, que son presente y futuro, pero sí de ceder más espacio a la madurez y experiencia que sólo dan los años. Que haya un equilibrio, vamos.
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