De tantas estrellas
el cielo está negro.
A un costado del horizonte ciego
un árbot gravita.
Te recojo en mi mejilla a esta hora,
arrodillado ante mis sueños...
Te recojo, digo
haciéndolo
como se toma el frágil cristal
de una rosa pronta
sazonada de espantos
y viejos deseos.
Me voy a los astros
hilvanados en mis dedos,
me voy a la lluvia,
me voy al insomnio,
me voy a cielo reventado
donde la calma
se muere de dolores.
Me voy al parto.
Me voy a la sangre.
Me voy al retiro
de todos los silencios.
Me voy al sexo.
Me voy al pubis.
Me voy al pecho.
Me voy a tu cama
apuntalada de insaciables
decadencias.
Me voy al mar.
Me voy a la sal.
Me voy al pez
y su ojo de agua.
Me voy a la arena.
Me voy a la hora.
Me voy a la cuna.
Me voy a la ubre.
Me voy a la leche.
Me voy...
A ensartar planetas.
A robarle expresiones
a la luna.
A copiar paisajes
de aerolitos
eternos.
A desangrar cometas.
A dormir
con el tiempo...
Cuando de tantas estrellas
el cielo esté
negro.
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