Te fuiste como se van las visiones evanescentes:
silenciosa, calmadamente
como un susurro de tela dócil
rozando la piel que agradece.
Regalaste con tu presencia
la reciente nitidez de un sueño.
Tu cara hermosa sonrió
y tus ojos brillaron para mí
como en otros tiempos.
Supe que te irías un domingo,
desde hace muchos, en año bisiesto.
Supe que partirías en mi dormir,
para no desvelar mi sueño.
Supe que la brevísima angina de mi pecho
anoche a las 8
fue tu corazón
despidiéndose del mío,
tocándome
físicamente
por última vez.
Dios se apiadó de tu rota soberbia;
de mi niño egoísmo
en no querer saberte
ni verte sufrir.
Conversemos aquí,
sin lamentarnos,
aplaudiendo el breve minuto
de tu ocaso tenaz y triste
y tu serena y meteórica ascensión
al incierto consuelo
de otras realidades
tatuadas de arcoíris…
Ya no hay distancia.
Ya no hay temor
a la partida cuando gravite.
Dormiré esta noche
triste pero tranquilo,
nuevas certezas
venciendo
antiguos y crueles pavores.
Te recibo, entonces
como siempre quise:
a mi lado; tibia y dulce
como perfume de mariposa
después de la lluvia…
¡Bienvenida!
Van Nuys, domingo 28 de septiembre de 2008
(año bisiesto)
1 comentario:
Hermano Pedro, es éste ciertamente un poema hermoso, merecedor de ser dedicado a un ser tan majestuoso como una madre: Tú querida madre, amigo. Me encantó e hizo brotar lágrimas de mis ojos.
Gracias, de corazón, hermano antillano, por invitarme a leerlo; es realmente precioso y conmovedor.
Un gran y tierno abrazos, hermanos del alma.
P.D.
He tenido, además de las consabidas ocupaciones, problemas técnico para acceder a Internet, razón por la cual vine tan tarde.
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