A Jorge Luis Borges, Maestro del cuento y de la ficción histórica como géneros con bandera propia dentro de la narrativa contemporánea.
Llegó a mí. Se asomó al enigma. Palmeó mi hombro. Preguntó:
—¿Qué escribís?
Quedé pensativo; silenciado ante la carencia de una respuesta al eco de mis reflexiones.
— What are you writing? —repitió.
— Nothing...
— Good...
Pareció complacido con su propia contesta.
No tenía consistencia ni forma; ni lo rodeaba el resplandor fantasmagórico de las apariciones. Su voz dialogaba con esa otra voz de mi mente, independiente de magnitudes físicas. Diríase que estaba a la derecha de mi hipotálamo, arrinconado, sin querer ocupar demasiado espacio.
— La página en blanco te está arrancando la esperanza...
Dijo esto y se desplazó al área de la imaginación, asido a las crines de una neurona.
— Creo saber qué te está pasando...
Habló, usando una modulación casi líquida.
— Si no abrís las puertas del subconsciente a la imaginación, no puede haber diálogo...
Quedé perplejo:
—¿Diálogo?
Se meció en la palpitación de una dendrita:
— Diálogo con el éter —respondió—. Sin esa conversación la disparidad de planos no converge jamás.
Volvió a mecerse:
— No sé si te das cuenta; pero yo, a la vez que parte de tu subconsciente, soy también parte del éter; lo que equivale a decir, si me vas entendiendo, que yo, como producto de tu imaginación, soy la creatividad manifiesta de esa tangencialidad entre el intelecto que está más allá de todo raciocinio y las fuentes de la inspiración que manan de la nada aparente. Yo soy el diálogo, como lo es cada mito recreado que nace a la racionalidad parturienta de tu arte...
Pareció extasiarse en la contemplación de la danza ejecutada por un coro de mitcondrias sobre una molécula de carbono que se deslizaba, como sombra transparente, sobre sus ideas:
— Hay dos cosas importantes; importantísimas que debes saber: primero: yo vine a ti independientemente de tu voluntad creadora, porque yo, como parte del éter, a nadie me debo y sólo acudo en auxilio de los que como tú ponen sobre la esperanza de la página en blanco el peso aplastador de la duda que termina por sellar las puertas al diálogo... Segundo —hizo pausa mientras decía adiós al coro sonriente de las mitocondrias que desaparecían en la profundidad de un valle sinuoso—: una vez que se haga final mi partida, no volveré más y recaerá sobre ti la responsabilidad de cuidar de tu propia portería y de velar para que la impaciencia no mate a mordidas la esperanza de esa página que frente a ti es el misterio de tu creación más absoluta. Esa es la única disciplina inviolable de todo arte... Como yo, vendrán a visitarte otros, de tarde en tarde, a cabalgar en las crestas de tu imaginación y a comprobar si mantienes abiertas para su hospedaje las puertas del diálogo.
Guardó silencio y no lo escuché más. Sabía que estaba ahí adentro, explorando cada paisaje de mi universo interior. Sentí una alegría preñada de sutiles congojas mientras duró su permanencia. Al cuarto día, me sedujo la paz.
Se marchó, causando una tormenta en mi hemisferio cerebral izquierdo.
No cerró las puertas tras sí, dejándome como encargo no finalizar jamás la continuación de esta página...
2 comentarios:
Me he quedado sin palabras. Me ha encantado y al mismo tiempo me impresiona. Eres un genio. Con una imaginación desbordante. No se que mas decir. Estoy bajo los efectos de una impresión. Un abrazo grande
Milagros, gracias por tus generosas palabras. Me emociona a mí que te haya gustado. Tengo cuentos escritos que iré poniendo aquí a tanto como me lo permita el tiempo y escribiré otros que tengo en mente. También quiero comenzar a publicar en este sitio una novela por capítulos, antes de que finalice el año. Gracias por tu visita, querida mía. Siempre me da una alegría especial saber que has estado en mi Isla, que es tuya como de todo aquel que quiera adoptarla como "segunda patria" en el ciberespacio. Abrazos y besos para ti.
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