Al noble y sufrido pueblo haitiano, en esta hora de destrucción y muerte.
Tierra de alados
sueños
sin esperanza.
Bellísima Haití:
negra
vigorosa
y fecunda
como una extensión
ultramarina
de África
y como África
abandonada
al convulso soplo
de tus alisios
que en desterrado tambor
y lenta sombra
pregonan el desconsuelo
de una independencia
mentida
mil veces pasada
por la entrepierna
de negros
blancos y mulatos
en bacanal
que exhausta
te arrojan
a la playa
de tu propio naufragio
bicentenario
y a la deriva
en un mar
de nublado horizonte...
Lloro contigo, isla hermosa.
Lloro porque eres
la más cenicienta
de las cenicientas antillanas:
esplendente al ojo
pero triste al corazón
que te sabe
ultrajada
y sangrante
como doncella
retomada
y compartida
en el sórdido decurso
de una orgía
sin fin.
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